La Química del Amor

Los poetas nos han deleitado cantando al más maravilloso de los sentimientos desde todos los ángulos y con infinitos matices, pero los químicos también tenemos cosas que decir al respecto, quizás menos seductoras pero no por ello menos importantes.

¿Por qué nos enamoramos de una determinada persona y no de otra? Innumerables investigaciones psicológicas demuestran lo decisivo de los recuerdos infantiles -conscientes e inconscientes-. La llamada teoría de la correspondencia puede resumirse en la frase: "cada cual busca la pareja que cree merecer".

Parece ser que antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. El sexólogo John Money considera que los niños desarrollan esos mapas entre los 5 y 8 años de edad como resultado de asociaciones con miembros de su familia, con amigos, con experiencias y hechos fortuitos. Así pues antes de que el verdadero amor llame a nuestra puerta el sujeto ya ha elaborado los rasgos esenciales de la persona ideal a quien amar.
La química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.

Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).

Sus efectos se hacen notar al instante:

El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.
Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está
enamorado
Antífanes -388-311 a.C. comediógrafo griego
Los síntomas del enamoramiento que muchas personas hemos percibido alguna vez, si hemos sido afortunados, son el resultado de complejas reacciones químicas del organismo que nos hacen a todos sentir aproximadamente lo mismo, aunque a nuestro amor lo sintamos como único en el mundo.
Ese estado de "imbecilidad transitoria", en palabras de Ortega y Gasset, no se puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo.
No hay duda: el amor es una enfermedad. Tiene su propio rosario de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción. Si en la cirrosis es el hígado, los padecimientos y goces del amor se esconden, irónicamente, en esa ingente telaraña de nudos y filamentos que llamamos sistema nervioso autónomo. En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el enamoramiento. A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! Todo es urgente, efervescente, impelente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.

Hace apenas 13 años que se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.

El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.

Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual), y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.

El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.

Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de esa sustancia. Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando.

Es decir LAS ANFETAMINAS NATURALES TE PONEN A CIEN.

El 50% de las mujeres entrevistadas para el libro Por qué necesitan las mujeres del chocolate confesó que elegiría el chocolate antes que el sexo. Hay quienes al chocolate lo llaman EL PROZAC VEGETAL.

En una de las aventuras de Charlie Brown se puede leer "una buena manera de olvidar una historia de amor es comerse un buen pudin de chocolate".

Su actividad perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia-. Dos citas muy interesantes son:

El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo yempezar otro nuevo.
Enrique Jardiel Poncela.

El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.
Jacinto Benavente

Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.

Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.

Parece que tienen mayor poder estimulante los sentimientos y las emociones que las simples substancias por sí mismas, aquellos sí que pueden activar la alquimia y no al sentido contrario.
Un estudio alemán ha analizado las consecuencias del beso matutino, ése que se dan los cónyuges al despedirse cuando se van a trabajar. Los hombres que besan a sus esposas por la mañana pierden menos días de trabajo por enfermedad, tienen menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30% más y viven unos ¡cinco años más! Para Arthur Sazbo, uno de los científicos autores del estudio, la explicación es sencilla: "Los que salen de casa dando un beso empiezan el día con una actitud más positiva".

Es cierto, no podemos negarlo, es un hecho científico que existe una química interna que se relaciona con nuestras emociones y sentimientos, con nuestro comportamiento, ya que hasta el más sublime está conectado a la producción de alguna hormona.

No hay una causa y un efecto en la conducta sexual, sino eventos físicos, químicos, psíquicos, afectivos y comunicacionales que se conectan de algún modo, que interactúan y se afectan unos a otros.

Existe, sí, una alquimia sexual, pero se relaciona íntimamente con los significados que le damos a los estímulos, y éstos con el poder que les ha concedido una cultura que, a su vez, serán interpretados por cada uno que los vive de acuerdo con sus recursos personales y su historia. Esperemos que estos estudios en un futuro nos conduzcan a descubrir aplicaciones farmacológicas para aliviar las penas de amor.

Espero que una vez leído este artículo no le digáis a vuestra pareja después de hacer el amor: "he tenido una sensación sumamente agradable producto del aumento de testosterona y la disminución consiguiente de serotonina", entre otras cosas porque os estrangularía.

Para terminar otras interesantes citas:

Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombrede labios de una mujer.
Antonio Machado

El amor es ciego, el matrimonio le devuelve la vista.

Enamorarse es una ciencia

Discovery estrena un documental sobre la biología del amor y la atracción.
La atracción física es el objeto de estudio de científicos y sociólogos en un especial de Discovery.
Hasta que la química nos separe debería ser la última adición a las promesas de amor eterno. La ciencia avanza terreno sobre la magia del romance y el último bastión parece haber caído bajo las pruebas irrefutables de que el enamoramiento consiste en meras coincidencias y compatibilidades químicas.
Algo de esto se propone demostrar Ciencia del sex appeal, el nuevo especial que estrenará Discovery Channel, mañana a las 21, y en el que se exploran los procesos subconscientes más profundos para mostrarlos externamente con todo tipo de detalles y especificaciones.
Por más desencantador que parezca el tema, el objetivo apunta a despejar una ecuación compleja y apasionante, sumergirse en la atracción sexual y convertirla en una ecuación pasible de ser despejada por la razón y sus ciencias.
El procedimiento actúa por disección. Primero van a identificar los momentos, mecanismos y fenómenos que se activan en el estado de enamoramiento o de atracción sexual. Después aparecerán especialistas, médicos, biólogos, químicos, psicólogos para hablar de lo que le pasa a hombres y mujeres. la conducta del humano enamorado debajo del microscopio y explicada desde sus dimensiones hormonales, neurológicas y genéticas. El papel de la vista, el olfato y el oído, los movimientos y gestos, la textura de la voz y hasta la temperatura del cuerpo durante la atracción, organizados como una red de procesos inconscientes que terminan por definir quiénes serán pareja, quiénes no podrán serlo nunca y cuándo sucederá todo.
Según prometen los realizadores, no será posible volver a mirar a la persona amada de la misma manera después de ver el programa.

La huellas dactilares ¿para qué sirven?

Para poder capturar al asesino? o tal vez para tener un mejor "agarre" con las cosas lisas y resbalosas?. De hecho, hasta ahora los científicos no estaban completamente seguros del propósito de estos pequeños surcos de nuestras huellas digitales y la forma de como ellas evolucionaron. Una hipótesis sugiere que podría mejorar nuestro sentido del tacto. Ahora, un grupo de físicos han podido dar evidencias para validar esta hipótesis.
Alexis Prevost y compañía diseñaron dos pequeños parches que imitan a la piel que está sobre nuestros dedos. Uno de los parches tenía surcos paralelos en la superficie, del mismo grosor y profundidad de nuestras huellas digitales, mientras que el otro tenía una superficie completamente lisa. Tras una serie de experimentos, concluyeron que aquel parche con los surcos en paralelo mejoraban la percepción de las texturas gracias a que incrementan las vibraciones en la supericie de la piel, lo cual estimulan de mejor manera a los corpúsculos de Pacini.



La información de la textura juega un rol importante en nuestra abilidad para
identificar objetos mediante el tacto.


Estos parches artificiales usados en los experimentos, fueron diseñados a partir de un material plástico con propiedades similares a la piel huamana, el cual cubría un sensor de medio milímetro de ancho. Hicieron pasar cada parche por la superficie de un pequeño trozo de cristal, grabado con finas líneas a través de ella, y midieron las vibraciones producidas usando el sensor. El parche que asemejaba a la piel de los dedos experimentó vibraciones 100 veces más fuertes que aquel parche con la superficie lisa.Estos resultados han sido muy importantes ya que han permitido develar algunas de las propiedades físicas y mecánicas de la piel humana, sobre todo, la importancia de las huellas digitales para seleccionar y amplificar las señales de los diferentes tipos de texturas y el efecto que tienen sobre los corpúsculos de Pacini y el sistema nervioso.Ahora quedan algunas preguntas más por revelar.., porque nuestras huellas digitales tienen esas formas tan complejas?, porque están dispuestas en formas de remolinos elípticos? Según los experimentos, las vibraciones fueron más fuertes cuando se pasó el parche de manera perpendicular a las líneas grabadas en el cristal. Tal vez la forma de remolino de nuestras huellas digitales sirven para experimentar la misma textura, sin importar el ángulo con el que movemos nuestros dedos sobre el objeto. Por ejemplo, los monos poseen surcos paralelos en toda la longitud de sus dedos, así que estos remolinos pueden ser una evidencia de que estamos más adelante evolutivamente que los monos, o que los monos usan de manera diferente los dedos para explorar las superficies.